Freddy Krueger ya va para casi 30 años como ícono del terror en los cines. El papel, intrínsecamente relacionado a Robert Englund, del sicópata de los sueños (o pesadillas, mejor dicho) siempre me ha parecido el más peligroso de todos los villanos. Si quieres huir de Jason o de Michael Myers o cualquier otro, pues no vayas a los pueblos donde ellos habitan. Pero todo el mundo tiene que dormir, y por ende soñar, no hay forma de evitarlo.
Freddy, al igual que los otros mencionados clásicos de los 70 y 80 y algunos otros favoritos (el Cara de Cuero llega a la mente), han vuelto a las pantallas gigantes con nuevos proyectos que tratan de dar una nueva capa de pintura. El estilo del siglo 21 hasta ahora es recoger películas de hace unos años y volverlas a rehacer, ahora con un sentido más “realista”, traer el guión al mundo que llamamos real, para que la audiencia se sienta más compenetrada con los protagonistas.
Unos chicos de bachillerato de repente están teniendo pesadillas de un hombre desfigurado con un guante de navajas que intenta matarlos. Instintivamente cada uno decide dormir lo menos posible, mantenerse despierto, porque al parecer cualquier daño que ocurra durmiendo será igualado en la realidad. La protagonista decide investigar qué está pasando, quién es este asesino y por qué está atacando aparentemente sin patrón a muchachos quella conoce del colegio.
La película no es mala, ciertamente hay al menos 4 peores Pesadillas ya hechas, pero aunque la historia inicial de quién era Krueger y cómo tiene la cara quemada y eso es explicada, se quedan cortos en darnos una razón (válida o no) de por qué y cómo este tipo consigue vivir a través del subconsciente. Un aceptable intento, pero ni siquiera los asesinatos fueron tan inventivos como, digamos, el Destino Final.
6.6 orígenes-con-más-sentido-si-tienen-que-ver-con-una-monja-y-100-locos-de-manicomio de 10.
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