
Esta película, cuyo título sólo tiene sentido porque es el nombre de una canción popular en esa época, es un buen intento de copiar la fórmula de comedias de la época, con algo del tigueraje abstracto que nuestro mundo ahora tiene. Un chico graduado de la universidad, que ha vuelto a vivir con sus padres y mantiene un trabajo de poca monta en lo que “decide su rumbo en la vida”, de repente debe decidir qué quiere hacer con dicha vida, cuando la oportunidad se presenta de salir con la chica con la que siempre soñó en el bachillerato. Una serie de falsedades que se inventa, y un amigo con nada que perder crean una noche de, bueno, película.
La trama no es la más chistosa u ocurrente (todavía Haim y Feldman siguen ganando), y la música es bien buena pero pudo haber sido aun más emblemática de la época. Como quiera, me gustó y vale la pena verla, aunque sea para recordar que antes veíamos muchas destas películas y ahora casi nada.
7 “villanos”-que-no-tienen-siquiera-un-gramo-de-la-malicia-de-un-Spader de 10.
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